Se alejó del cuarto, del rincón, y dijo:
- ¡Hoy me siento muy limpio!
y sus ojos se dejaban espiar para ver
que desde su pecho brotaban sus frutos
y se le abrían frescos los árboles, el cielo y la fe.
Me arrastré.
"Y yo me siento tan, tan sucio", pensé.
Desde la cortina gris que cubría el día
parecía llover polvo, nubes con mi rostro
aire sin voz.
Por la ventana se veía todo el resto, nada
día que pesa tanto y un mueble, como rincón
pues todo sobra cuando mueble
hasta los versos, todo es polvo.