alta, lúgubre, maldita
tanto...
que me desato de caricias en la selva del mundo
y mi lengua es una enredadera de mentiras sobre tus muslos
lechosos dorados celestes
sobre esa fruta en sombras donde dejo mi dentadura podrida
mi vida entera por un segundo solamente
de esqueleto allí
quebrado y solemne
como sólo puedo ser tuyo alguna vez.