Perdido en el ostracismo de una tarde
el idiota se viste de máscara para la noche entrante
ceguera de días, camino sinuoso
palabras perdidas, ojos
cueguera del tiempo:
camino empedrado enrieda insomnios
de primavera.
inquebrantable nuestra ventana, ella
nuestro límite de vidrio por sobre los árboles
mojados del viento que ensalsa las ciudades.

Adentro a veces llueven cenizas de mármol
y las miradas empañan el vidrio
los cuerpos de cera, los muebles:
van a estallar.

Al abrirse el oro se perderá, aún
adentro las bestias saquean
asquean
devoran sueños y tormentos
tu vestido de flores, tus pañuelos,
tus pechos tu cuello tu pelo
todo el oro, las bestias
y estas letras
inscriptas en el reverso
estallan.
entristecido:
casi tanto como un mar sin las gaviotas que sobrevuelan su soledad,
cuando son ellas las que dibujan, incondicionales,
las delicadas líneas de su calma o su tempestad.

abatido como el sol sin uno de sus brazos,
casi más que una costa sin playas, estéril,
así como el vacío se siente cuando no es habitado por los hombres,
ni por su poesía.