Ahora que se acerca el fin del mundo
ahora que casi podemos palparlo, que casi
nos soñamos fuera de esta negrura insomne
donde yacemos un rato, vagando tan perdidos;

ya que la hemos deseado tanto, que ya tanto
se ha posado en nuestro pecho sin espanto
y la olemos, se acerca, nos jadea como una sombra
tensa en la nuca, lábil en los ojos;

ya que se ha hecho lágrima y antes
presentimiento, y luego, verdad;
puñal oscuro en la vida, lo que no es el río
lo que es la forma en piel de lo deformado;

ya que la hemos besado;
¿qué haremos nosotros, los que ya no somos
vírgenes de la muerte, en esa sopa, en esa
otra negrura mas honda que le sigue al mundo
huérfana e insobornable, sin casa
ni memoria?

¿Existirá algún Dios que nos regale nostalgias?

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