Caída libre de un cuadro, como un signo de interrogación, suspendido sobre el vacío, derretido, como entrando en un cuadro de Dahlí, que quiso ser gancho de pirata pero, como Borges, que quiso ser puñal, fue sólo un interrogante, pues no encontró qué apuñalar, no encontró carne que lascerar, tripas, sistemas, tejidos donde clavarse, ni sangre que se derramara sobre u metal como el champagne de la victoria, pues sólo halló vacío, nada que latiera más que la idea, que no late, no es fría ni caliente ni quema ni hiela sólo se escribe, recorre abismos cerebrales, sin ser en ninguna parte, negrura blanca, inusupurable inmutable, de mármol, tan ansiana, la idea, la eterna abstracción abominable, la demencia, que se vive despidiendo, como el viento, que no vive nunca, que es el austero, el necio del mundo, la cortesa, el caparazón del Dios corazón-tortuga. Ese cuadro cada noche, y cayendo.

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