Entré al harapiento bar de la estación
atestado de poetas deprimidos
y bebí largas copas en la noche junto a ellos
-compartíamos la misma jerga/
del renunciamiento
y ese terror por la nimiedad de la tristeza
ante los primeros rayos/
relámpagos/
del obstinado sol de la mañana/la amenaza
de la desnudez del día/
-que no deja lugar donde esconderse/
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