Porque tengo la altura de no querer crecer
- Diego Seoane.
Dormir. Dormir. Dormir. Cansancio de mi cuerpo desplomado sobre la vigilia. Últimamente es lo único que aprecio de la vida. Dormir. Últimamente sólo ocupo mi pensamiento cansado en una cascada de sueños que me ennegrecen los párpados me tumban la vigilia sobre la cama. Dormir. Y que se apague todo. Dormir. Como caer en el fondo bien negro del aljibe y asomar a nada el sueño por unas cuantas horas, las más claras que oscurezcan al día, que el Dios del Sueño posibilite. ¡Oh, Dios piadoso! ¡Celoso custodio de los cobardes que te hablan!. Dormirse, como apagarse todo, como filtrear con la muerte, de espaldas al día, traicionando la noche; dejándose penetrar por pesadillas huecas, abismos blancos, cándidos perfumes apaciguadores, lentos placeres de cuna sin carne. ¡Apagado el cuerpo! ¡Apagada la mente! ¡Encendida la muerte! ¡Llena de luces, de cara al Dios del Sueño!. Dormir. Como dentro a la muerte, en el fondo negro, sobre abismos blancos, suspendido en manos de un Dios Piadoso, en un sueño descarnado, traicionando al cuerpo, de espaldas a las horas; dormir, todo muerto, bien lejos bien en el fondo de la vida, traicionando al día, muy adentro del aljibe. Dormir, como pesadillas sin palabras de ningún Dios, pero en manos del Dios del Sueño que filtrea con la muerte mientras susurra tormentos de cuna sin palabras, como pesadillas huecas, como gritos blancos de bocas negadas, de espaldas a mi cuerpo, dormitando en mi mente. Dormir, como bien muerto en el fondo del aljibe y con el rostro negado, mudo de palabras, de cara al sueño muerto de mi cuerpo suspendido; todo, todo eso, todo dormido, todo eso bien negro bien en el fondo, todo el sueño de mi muerte dormida; todo, todo eso, todo el ruido de un cuerpo muriendo en el sueño de mí mismo; todo, pero nunca la vida que se despierta filtrándose como la luz por la ventana, como un rayo que descarga su existencia fugaz sobre la muerte del que muriendo se hace rayo y se hace nube y se desintegra; todo menos ver las bestias negras del rostro del día, la vigilia/bestia que pretende mis palabras y me come lento como el día como la muerte. Los desprecio, al rayo del día, a la luz de la vida con sus palabras hambrientas; desprecio lo que no sea mi muerte recostada detrás de mis ojos bien negros, detrás de los párpados abatidos, amando todo lo demás que acunado por el Dios del Sueño es negro como la muerte; desprecio la vigilia el olvido que soy para el día que me come muy muerto en el día de los vivos bajo el sol que se me niega; olvidado del sol perdido, ¡que se me niega! -¡dormir un sueño negro! - que me truena muertes que susurra con palabras que me expulsan al sueño al fondo del aljibe como si fuese un vómito bañado por el mismo sol y descompuesto.
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