el tiempo marca las doce en tus mejillas
se abre la noche de piernas y en ese trance
soy apenas un animalito que sangra
sus sangres tiernamente o
como puede padecer líquido y sin entender
pero nunca escribir para tu ausencia
me había acostumbrado a usar de pluma mi lengua
sobre los renglones de tu pelo
que me tenía tan desarmado
y el viento era dulce como un beso en esa mejilla
ahora ajena de Dios a estas horas de la noche.
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