Si corría las cortinas de la noche ahí estabas
para hacerme ver
fumando, y tus ojos, brillaban

y ahí estabas
detrás de todo lo que me sobra
para que yo pudiera contraerme hasta tus huesos

recostada, en la cama, me esperabas
detrás de la cortina de tormenta
con tus besos impermeables
para todo lo que no fueran mis besos

y ahí estás, aún
aunque más no sea tu sombra
para dejarme planear sobre la imagen
del recuerdo de tu alma

¿puedo empezar a extrañarte, ahora
que se ha fugado aquel refugio del deseo
a prueba de espejos?