Me acuesto en el pasto y alzo los ojos en la noche:
cuento una, dos, diez, cien estrellas;
un príncipe de cuento me eriza el oído:
"veo estrellas de mar negras y grandes,
tienen los ojos enormes"

Miro otra vez el cielo, entrellado:
¿huella negra que serpentea, bifurca y desintegra
entre el sueño latente de maravillas encendidas
traicionadas
o pequeños lunares de esperanza
nadando en el pozo eterno?

El ahullido de una cien corre en espanto por el pasto verde de la noche.