Suele suceder que la noche, opaca y sin estrellas, que se posa sobre nuestros cuerpos como eterna y resignada a permanecer allí, maldita e imposible, no es otra cosa que la suma del recuerdo de otras vidas que ya hemos padecido, y la espera de las que todavía acechan. Otra tortuosa visión de la que no es posible escapar.

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